jueves, 25 de abril de 2019

Ritmo constante. Continuo

rebota la imagen en el espejo. Hoy no quiero silencio. Ritmo constante. Continuo. La imagen duplicada. No duplicada. Repetida. No intervalos. No espacios. No vacíos. Ruido. Constante. Constante. Continuo. Afuera no llueve. Pareciera. Quisiera. Total. Así. Mejor de esta manera. Nada. Solo jueves en la tarde. Ninguna razón para salir. Por ende. Tampoco otra más. Una para quedarse. Todas para huir. Ese don especial con el que fui dotado. Ella, la que aun no es ella, quiero que lo sea. Pero no. Por eso huir. Ese es el problema. No. No hay. Nunca de verdad. Solo aquí. Lo señalo. ¿Cuántas cosas he señalado? ¿Cuántas veces lo he creído cierto? Y no importa. Nada. Nunca nada. No lo suficiente. Tiempo de seducción = Tiempo muerto. Sensación de caída. Sensación de caída. La caída es el fin último. Este afán. Y el vértigo. Y el miedo. Ninguna verdad. Esta temporal. Si y no. Temporal si y no. La misma sensación de siempre. La misma caída. El mismo desorden. Las mismas condiciones. No el espacio. No ella. Nunca es ella. Siempre será la disculpa. La sensación es lo único real. Esta necesidad de sentirme así. Lo único que queda. Y no lo disfruto. Pero recuerdo haberlo deseado

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